Con su habitual mofa, durante la campaña presidencial D. J. Trump acostumbró a referirse a Joe Biden como “lazy Joe” o “sleepy Joe”. Sin embargo, si ha de juzgarse por la manera rápida como se aproximó a la tarima para dar su primer mensaje como presidente electo, Biden podría ser llamado ahora “racy Joe”. Pero, la razón para el afán de “racy Joe” es bien distinta. Tiene motivos para ello. Enfrenta una coyuntura interna y externa de severas proporciones, como lo señala The Economist (“Morning after in America”). Su primer mensaje es restaurar la confianza de una sociedad inmersa en crisis económica, fractura social y pandemia severa. Su desafío es batallar por el “alma de la nación”, para ello ha señalado: Folks, America is back! Pero, la pregunta obligada es ¿dónde America is back?
A nivel interno, la política estadounidense muestra una coyuntura compleja que refleja las controversias entre los 2 partidos políticos más representativos, demócratas y republicanos, la que, a su vez, muestra la fractura del “alma de la nación”. La amenaza republicana de investigar los expresidentes demócratas si prospera el impeachment en contra de DJ, refleja la “politiquería” local, incapaz de someter a la justicia a un expresidente con desbordadas ambiciones. Es decir, pese a los bien documentados excesos del presidencialismo de DJ, el Congreso no lo va a juzgar políticamente, lo que mantiene latente su aspiración reeleccionista para el 2024, como ya lo sugirió a un periodista del National Enquirer esta semana en su retiro post-presidencial en Mar-a-Lago. Obvio, DJ mantiene intactas las ambiciones de reelección y el GOP políticamente lo reconoce, incluso su más reciente detractor, el líder de la minoría republicana en el Congreso Mitch McConnell. Por ello, la negativa a juzgarlo políticamente. Es decir, los demócratas deberán buscar el balance para impulsar su agenda legislativa, con una mayoría en el Senado que dependerá del tie-breaking de la vicepresidente Harris en temas legislativos prioritarios para la Casa Blanca. La alternativa de enfrascarse en una discusión política innecesaria sugiere que no habrá juicio político. Anticipándose a ese debate, en su primera semana como presidente 46, Racy Joe ha expedido algo más de 17 Órdenes Ejecutivas que desmantelan la herencia de DJ.
A nivel externo, el tema es más complejo. USA está seriamente limitada en política exterior. Lo está frente a Russia y China, principalmente. Por lo menos a nivel público, se ignora la reacción que ha tomado Racy Joe frente a la masiva infiltración rusa de sus sistemas información. En este punto, no deja de causar sorpresa la respuesta a la pregunta de Stephen Colbert sobre qué haría para mostrarle a Russia que America is back. (“Stephen Colbert sits down with President-elect Joe Biden”, Dec 17, 2020). Tras unos segundos de titubeo, no hubo respuesta explícita. Ello es complejo. El llamado de The Economist a que la detención de Nalvany, no quede impune (“Palace intrigue. The world must not accept the jailing of Alexei Navalny”) carecerá de respuesta. Es decir, no hay fuerza externa para aplicar coerción en el más corruto y opresivo régimen contemporáneo construido por Putin desde 1998 a través de las más falaces formas políticas (primer ministro, primer ministro encargado, presidente). Pero, cuando se trata de China, realmente America is not back. The Wall Street Journal publica que China ha superado a USA como principal destino de inversión extranjera (“China Overtakes U.S. as No. 1 Spot for New Foreign Investment”), explicado, entre otras consideraciones, por los efectos del Covid-19 en la economía estadounidense. La inversión extranjera en USA ha caído más de un 49% al cierre 2020, según WSJ, mientras que China supera a USA en un 4% en ese mismo lapso. Mas preocupante aun, es el panorama descrito por Jude Blanchette en su ensayo “Confronting the Challenge of Chinese State Capitalism”. Blanchette señala que la economía estatal China ha ganado un espacio mayoritario en el mercado internacional, equivalente al 80% del producto interno bruto global. A ello debe agregarse la deficiencia en inversión en infraestructura interna para incrementar la productividad, explicada, además de la desaceleración causada por el Covid-19, por un galopante desbalance entre ingreso y gasto federal que, conforme con la Congressional Budget Office (“The Budget and Economic Outlook: 2020 to 2030”) es de un $1.0 trillón en 2020 y un promedio de $1.3 trillones entre 2021 a 2030, lo que muestra un déficit proyectado de 4.6 % del PIB en 2020 al 5.4 % en 2030. Ello hace que el déficit sea cubierto por deuda que va a crecer, por lo menos la que está en manos del público, de un 81% del PIB en 2020 a un 98% en 2030. De continuar esta tendencia, la deuda federal total alcanzará el 180% del PIB en 2050, el mayor nivel jamás registrado en USA, según la CBO. Lo preocupante es que, del total de deuda pública federal, un 40% está en manos de gobiernos extranjeros, de los cuales China mantiene un porcentaje del 5%, equivalente a $1.3 trillón (“Major foreign holders of treasury securities (in billions of dollars)”). Acá hay que mostrar cierto optimismo criollo, Colombia mantiene una posición de $30 millones a noviembre 2020 como el país nro. 34 en la lista de acreedores del gobierno norteamericano.
En ese orden, el llamado de Biden a establecer acuerdos para contrarrestar el avance Chinese en el planeta, no deja de ser optimista. China está construyendo una red de alianzas para contrarrestar la influencia norteamericana en la agenda global. El más reciente ejemplo es su Comprehensive Agreement on Investment con Europa, a modo de soft power, y la presión económica sobre Australia y política sobre Canada, a modo de hard power.
En este nuevo contexto, Blanchette sugiere un “conversación global” acerca de la creación de “nuevas reglas e instituciones” que faciliten un nuevo arreglo global, en la medida que los arreglos existentes, creados en el siglo 20, han sido superados para enfrentar la complejidad del rol chino y ruso que se está experimentando. De este modo, construir un nuevo orden político y económico se torna, según Blanchette, indispensable para prevenir las tensiones geopolíticas que se avecinan y para las que, en términos explícitos, USA se está rezagando. De no adoptarse ese nuevo arreglo, el panorama se proyecta crítico. La visión política, económica y comercial de China, soportada en su aparato político y la presencia expansionista rusa en Libia, Siria y el Medio Este, limitarán seriamente el rol norteamericano, reduciéndolo, incluso, en su backyard con la presencia en Venezuela y Cuba. Este panorama fortalecerá la presencia de regímenes autoritarios, que se soportan en la vulneración de los más elementales derechos de expresión, como es el caso de los movimientos pro-democracy en Hong Kong y Rusia, la imposición unilateral de decisiones económicas y políticas emanadas de modelos autoritarios, regímenes personalizados, que promueven su visión de poder, acompañada de la difusión del terrorismo internacional, entre otros negativos efectos.
La batalla por recuperar “The soul of the Nation”, como Biden lo ha llamado, exigirá más que slogans. Ello requiere que se superen las severas tensiones sociológicas que experimenta la sociedad norteamericana, detalladas, entre otros, por autores como Justin Gest, Arlie Russell Hochschild, Charles Murray y Robert D. Putnam. Se fortalezca la inversión en infraestructura interna que, según cálculos efectuados desde 2017 por la American Society of Civil Engineers, requiere un ritmo de inversiones de, por lo menos un monto de $2.1 trillones a 2025 para responder a la demanda interna y, obviamente, reducir los impactos negativos en la economía. Igualmente, que se reduzca la expansión del déficit federal, pero, sobre todo, se genere un “acuerdo sobre lo fundamental” a nivel político interno. Con el panorama descrito, la pregunta obligada, formulada por Foreign Affairs en su primera edición 2021, ¿es Can America Recover? ¡¡¡¡¡Porque definitivamente, folks, América is not back!!!!!